SARS-CoV-2
El principal actor de la pandemia mundial en la que nos encontramos actualmente es el coronavirus SARS-CoV-2, un virus de ARN de cadena simple que presenta un diámetro de entre 100 y 160 nm causante de la enfermedad COVID-19 en humanos. El material genético del SARS-CoV-2 contiene las instrucciones que codifican la proteína Spike (S), la proteína Envelope (E), la proteína Membrane (M) y la proteína de la Nucleocapside (N). Esta última se encuentra en el interior del virus, asociada a su ARN, mientras que las otras 3 están en su envuelta proteica. De todas ellas, la más conocida es la proteína S, pues es la encargada de unirse al receptor de membrana ACE2 de las células huésped para permitir el acceso del virus a la célula.

El objetivo del virus SARS-CoV-2 es utilizar la maquinaria celular para replicarse y reproducirse, generando más partículas víricas que infectarán otras células, para volver a replicarse. Por tanto, es lógico pensar que, dependiendo de la genética del huésped, este proceso será más o menos efectivo.
¿Cómo afecta la genética al desarrollo de la sintomatología?
Parece ser que el 30% de las personas que se infectan con SARS-CoV-2 no desarrollan síntomas, mientras que el 55% desarrollan síntomas propios de una gripe, como cansancio, fiebre, dolor muscular, vómitos o diarrea, dolor de cabeza y malestar general, y el 15% restante de la población presenta síntomas graves e, incluso, pueden fallecer como consecuencia de la COVID-19. ¿A qué se debe esta disparidad? Existen diversas causas que lo explican (enfermedades como obesidad o diabetes o la edad), pero en este artículo nos centraremos en la genética.
Algunos estudios publicados en Nature y The New England Journal of Medicine demuestran que la genética puede ser un factor determinante para el desarrollo de síntomas de la COVID-19. Se ha observado relación entre el desarrollo de la gravedad de los síntomas y algunas variantes genéticas localizadas en el cromosoma 3 y del cromosoma 9. Así, a través de estudios GWAS, se ha observado que las personas con sintomatología grave presentan variantes genéticas de una zona del cromosoma 3 que engloba a 6 genes relacionados con el receptor de membrana ACE2. Estas variantes genéticas promueven la entrada de SARS-CoV-2 en las células alveolares y determinan la liberación consecuente de citocinas que desencadenan las reacciones inflamatorias en las células del organismo.

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En cuanto al cromosoma 9 los genes que se han visto implicados en la gravedad de la infección por SARS-CoV2 se relacionan con el sistema ABO que determina el grupo sanguíneo. Para entender esto, es importante recordar los 4 tipos de grupos sanguíneos:
- Grupo AA/A0, presenta anticuerpos anti-B.
- Grupo BB/B0 presenta anticuerpos anti-A.
- Grupo AB no presenta anticuerpos.
- Grupo 00 tiene anticuerpos anti-A y anti-B.
En este caso, el grupo sanguíneo A parece ser más susceptible de tener insuficiencia respiratoria, mientras que el grupo 0 resulta tener un «efecto protector» frente a esta sintomatología. De hecho, se sabe que el anticuerpo anti-A impide la unión de la proteína S del virus con la ACE2. Por el contrario, aún no se conoce la implicación del anticuerpo anti-B en el transcurso de la COVID-19, si bien podría hipotetizarse un efecto aditivo de protección al actuar de manera combinada con el anticuerpo Anti-a, dado el efecto protector de las personas con grupo sanguíneo tipo 0.
Pero, ¿esposible que la variabilidad genética y su relación con el transcurso de la COVID-19 se reduzca solo a la participación de un par de fragmentos cromosómicos? ¡En absoluto! Estudios recientes han demostrado que los genes del brazo corto del cromosoma 6 implicados en la síntesis de las proteínas HLA también están relacionados con la aparición de sintomatología más o menos grave tras la infección de SARS-CoV-2, hallazgo que amplía los frentes de lucha desde cl ampo de la genética contra la pandemia. Estas variantes se han vinculado a regiones geográficas concretas y los resultados indican que las halladas en las regiones asiáticas presentan variantes con mayor vulnerabilidad frente a la COVID-19, aunque han de aumentarse el número de estudios al respecto para poder asegurar esto.
Como hemos visto en este artículo, la genética también resulta ser un factor determinante en el desarrollo de la enfermedad COVID-19 que está tan presente en nuestro día a día y para la que actualmente se comercializan decenas de tests genéticos, aunque la situación actual solo puede revertirse con el trabajo de equipos multidisciplinares con profesionales de distintas áreas de la salud.